Mi serpentesco viaje por el Archivo Nave

Debo confesar que no soy un conocedor de la danza. Mi campo es el cine. Mis acercamientos a la danza son esporádicos, aunque no despreciativos. Las veces que he tenido la fortuna de asistir a alguna presentación me he sumergido y conmovido por esos cuerpos que se armonizan, que se transforman, que se expanden. Ahí surge, primero, una sorpresa, o más bien, la conmoción de ver algo que interpela a los sentidos. Pero luego, de a poco, en esa instancia de convivencia única que comienza a generarse, te lleva a pensar cómo el cuerpo, sus movimientos y alcances de esos movimientos, más allá de cualquier palabra o texto, empieza a expresar ideas, conceptos. En fin, una carga poética conmovedora.

 

Creo que por todo esto que genera la danza, en esa experiencia de enfrentarse directamente a cuerpos poéticos e interpeladores, hizo que se convirtiera en uno de los primeros fetiches del cine. Antes incluso de llamarse cine, fue un breve registro de la Compañía Edison, realizado por su aparato el kinetoscopio en 1894 (una suerte de caja donde uno miraba imágenes en movimiento), un éxito mundial. En menos de un minuto la escena capturaba a la bailarina Annabelle Moore. 

Ella con un vestido pomposo, llenos de curvas, danzaba al punto que de pronto su cuerpo desaparecía en medio del movimiento. Se le llamó Serpentina al filme, y fue tal su éxito que la idea se rodó unas cinco veces en dos años, casi siendo un género en sí mismo. Estas “serpentinas”, una vez que los Lumiere presentan el Cinematógrafo en 1895, pasaron ahora a realizarse y proyectarse en nuevas versiones que se repitieron por varios años y que se pueden encontrar en algunas recopilaciones.

Todo esto lo digo frente a la exploración del Archivo Nave. Este acervo admirable por su estructura y diseño, me recuerda a ese efecto de las serpentinas, en donde el movimiento del cuerpo de la danza, se cruza con la fascinación del cine, de ese artefacto que captura el movimiento del mundo. La conciencia de ese, digamos, mágico cruce de expresiones, técnicas y tecnologías, está muy presente en los registros de ensayos, obras y residencias, como el de UM[unimal]. Ahí, la imagen distorsionada, sobrepuesta, mal enfocada profundiza la acción de la protagonista. En menos de un minuto, tal como las primeras películas de la historia del cine, hay una propuesta que busca removernos.

Me guío por ese instinto de repetir la experiencia “serpentesca”, siguiendo el tag Cuerpo. El registro de la residencia Estuarino es una continuidad del efecto del archivo previo. Pero aún más frenético y magnético. La danza como una vorágine energética. El ojo encantado, terremoteado. ¿Se habrán sentido así esos que vieron a la Serpentina en 1894? Quiero creer en ese vínculo experiencial.

El concepto Residencia es el que finalmente guía mi viaje por el archivo. El link me deja en Registro de la residencia “Cansar el archivo: danza y reconstrucción”, el que  ya rompe un poco el ritmo, pero es un descanso que me ubica en otro lugar: en el trabajo mismo. Como todo arte la danza es un trabajo, implica una reflexión, el pulir un concepto, una idea. El archivo, en este sentido, opera también como un vital contenedor de esos procesos creativos que están lejos de ser innatos. Es ante algo así cuando en verdad un archivo inspira: cuando desnuda el resultado final y revela el proceso. Lo vuelve posible, le quita esa aura de inalcanzable o que es un producto de elegidos. Se hace transversal. 

Es este el corazón del Archivo, según mi exploración intuitiva: el proceso, o más bien, la desnudez del proceso. La Memoria de residencias ocurridas en NAVE durante el año 2018, con la que me topo en mi última estación, es un compilado detallado donde todo lo que antes percibí, se agrupan de maneras más amplia. Al minuto 9.23 incluso aparecen unas especies de serpentinas.

 

El registro es amplísimo, dispara sentidos, vivencias y momentos. En este recorrido pienso finalmente en la idea de archivo. No sólo es la recopilación o registro de un instante, no es sólo información estructurada para dar cuenta de un hecho. El archivo es, y quizás por sobre todo, un detonador. En mi caso, me lleva pensar en cómo a casi 130 años logro emparentarme con alguien que estaba viendo a esa joven bailar frente a un invento reciente como la cámara cinematográfica. Pero el archivo no me deja clavado en eso, sino que me lleva a pensar por qué hoy me sigue interpelando un registro de este tipo. De cómo la danza, finalmente, archivada y registrada consciente de su misterio y belleza, me empuja a pensar más allá de buscarle un sentido. Me lleva, finalmente, a buscar la experiencia, a intentar sumergirme en ella sin ataduras narrativas, conceptuales, ni formales.

Gracias por el viaje.

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Archivo NAVE

Un espacio de encuentro, colaboración y reflexión en torno a registros y procesos ocurridos en Centro NAVE.