Como dupla, a veces pensamos que nosotras, convertidas en un fósil viviente, también somos archivadores del presente. A un margen de las descripciones tradicionales, un archivo es un lugar -cualquier lugar- donde las cosas sobreviven.
Cuando pensamos en un archivo, en nuestro imaginario aparecen todo tipo de referentes: habitaciones mal iluminadas y techos altos, llenas de polvo, estanterías con cajas rotuladas, alguien con calvo con lentes resguardando el lugar en un ambiente misterioso, papeleo, nombres, descripciones, bibliotecas, anticuarios, colecciones naturalistas, ¿cómo será el archivo de circadiano? Fuera de órbita, lejos de la lógica terrestre… Tal vez, miles de bits conglomerados en la chaqueta de un explorador solitario, o en una bitácora de campo llena de microorganismos que sobreviven al paso del tiempo, mediciones de distancia, fotos espaciales, un archivo que a nadie le importa, que será revelado postmortem. Como dupla, a veces pensamos que nosotras, convertidas en un fósil viviente, también somos archivadores del presente. A un margen de las descripciones tradicionales, un archivo es un lugar -cualquier lugar- donde las cosas sobreviven.
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