Los veranos de mi infancia los pasaba en medio de papeles, recortes de diarios, fotografías y fichas escritas a mano por mi abuela, que pasaba la mitad del tiempo en casa y la otra mitad en la Universidad de Tarapacá, o en el Museo de Chinchorro, o con su equipo de trabajo para escribir algún libro.

En mi casa hay un baúl, que me lo regaló esa abuela, ahora está lleno de cajas con bitácoras de procesos creativos, cuadernos y libretas de los cursos que he tomado y los que he guiado, algunos videos de ensayos, de funciones, afiches, programas.

Para cerrar mi proceso de magister, la pregunta fue en torno a la posibilidad de mi cuerpo como archivo. Ni notas, ni entrevistas, ni videos, ni fotografías. Solo mi cuerpo y lo que recuerda.

¿Qué guarda, desecha, retiene, poda, recuerda, olvida, mi cuerpo?

¿Quién cuenta la historia?

¿Qué es lo que queda?

(Daniela Marini)