Gestionamos, hacemos obra, guardamos, ordenamos, clasificamos y conservamos documentos todo el tiempo, casi sin pensarlo, sin detenernos. Almacenar de forma “ordenada” mediante un método eficaz que permita localizar y recuperar materiales, archivos nomenclados por nombre, punto y extensión, no son la única forma de administrar un archivo. El caos también puede formar parte.

¿Qué es un archivo? Un archivo es un espacio de macerado temporal. Un lugar donde cobijar materiales, bocetos, herramientas, ideas, errores, dolores, hallazgos, escrituras, imágenes, amores y tanto más.

Un archivo no persigue tiempos veloces o hiper productivos. El archivo, todos los archivos, están allí, permanecen, consisten con, entre, durante, a través del tiempo.

Todo archivo permite que el tiempo actúe, admite el no hacer, la no intervención, se autorregula. En un archivo conviven todo tipo de documentos, todas las morfologías, las calidades, los olvidos, la información falsa, algo que se puede aún descubrir. Y, entre ellos emergen nuevas relaciones y se establecen todo tipo de vínculos.

¿Cómo producir nuevas escuchas y nuevas lecturas con aquello que estuvo guardado por mucho tiempo? ¿Qué lectura se establece entre documentos? ¿Cómo poner en relación presente con pasado? Un conjunto, un sistema, escenas, una comunidad, una vida. Modos de hacer y de pensar. Una localización, espacios, muchos idiomas, un tiempo histórico. Muchos tiempos, muchas formas.

Recolectar, seleccionar, encontrar los ejes o temáticas que están en los documentos. Todo archivo tiene un espesor y una superficie. Ir al descubrimiento de cada lado, tocar su volumen, volverlo experiencia. Los archivos pesan, tienen cuerpo.